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   Entendiendo la fe que salva



Las Escrituras dejan muy claro que la salvación eterna sólo es posible a través de la fe: “Porque por gracia sois salvos mediante la fe” (sustantivo, pistis, (Efesios) Eph. 2:8). Fe en la forma verbal es creer de la misma palabra griega: “todo aquel que cree en [Jesucristo] no se pierda, sino que tenga vida eterna” (verbo, pisteō, (Juan) John 3:15). Fe y creer generalmente se definen con varias palabras. Como sustantivo, fe puede tener como significado confianza, persuasión, seguridad o convicción. Como verbo, creer puede significar estar convencido, persuadido, aceptar como verdadero o confiar en algo. Más controvertida es la naturaleza de la fe que salva: ¿la fe viene como un regalo de Dios a una persona, la fe describe una obra meritoria que proviene de una persona, o la fe es la respuesta de una persona a una verdad o promesa?

Fe no es un regalo.

Algunos creen que la fe que salva debe ser un regalo de Dios. Esta es una opinión que afirman principalmente aquellos que sostienen un determinismo estricto, como enseña la mayor parte de la teología reformada. Enseñan que la salvación depende sólo de la voluntad soberana de Dios, que excluye el libre albedrío y la capacidad de creer del ser humano. Razonan que, dado que una persona es totalmente incapaz de responder a Dios, la fe debe ser impartida divinamente. Algunos usarían (Efesios) Eph. 2:8 como apoyo para decir que la fe es el regalo de Dios para la salvación: “Porque por gracia sois salvos mediante la fe, y eso no de vosotros; es un regalo de Dios” Pero incluso la mayoría de los comentaristas reformados reconocen que esto no respalda la opinión de que la fe es el regalo mencionado, porque el pronombre griego “eso” está en el género neutro, mientras que una referencia a “fe” requeriría el pronombre femenino (al igual que “gracia”). Sin embargo, el pronombre neutro puede resumir adecuadamente un pensamiento, por lo que la mejor manera de entender el significado de “eso” es entender que el regalo es toda la salvación por gracia. Esto ciertamente está respaldado por el contexto y el énfasis en la salvación por gracia en Efesios capítulos 1-2 (especialmente 2:4-9). Las frases “no de vosotros” en el versículo 8 y “no por obras” en el versículo 9 aclaran el énfasis de la salvación por gracia.

Los problemas son obvios con este punto de vista. Si la salvación es totalmente de Dios con exclusión de la participación humana, ¿por qué es necesaria la fe? ¿Y qué sentido tiene que algunas personas no puedan creer a menos que Dios les dé esa fe? ¿No podríamos decir que esencialmente Dios cree por ellos? Además, ¿cómo se puede condenar a las personas por no creer si en última instancia quién será salvo y quién recibirá fe depende de la voluntad electiva de Dios? Y si Dios ama a todas las personas, ¿por qué no daría fe a todos para que todos se salven? A las personas se les ordena creer y se les pregunta si creen, lo que debilita la idea de que su fe es un regalo de Dios (por ejemplo, (Mateo) Matthew 11:25-27; (Hechos) Acts 16:31). La Biblia muestra que los seres humanos están hechos a imagen de Dios y tienen la capacidad de, en última instancia, aceptar o rechazar la verdad de Dios en el evangelio. Eliminar esta responsabilidad es negar la esencia de lo que significa ser humano. Esto no quiere decir que la salvación sea sólo por voluntad humana. Más bien, reconocemos una sinergia entre la voluntad de Dios y la voluntad humana trabajando en congruencia. Dios usa el escuchar Su Palabra, particularmente acerca de la obra de Cristo en la cruz, para impulsar a las personas a la fe y la salvación ((Juan) John 3:14-15; 6:44; 12:32-33; (Romanos) Romans 10:14-17; Para más sobre esta discusión, vea Apuntes dfe Gracia Nos. 42, 46, 75. Por supuesto, la Biblia se refiere a la fe como un don en (Romanos) Romans 12:3 y (1a Corintios) 1 Corinthians 12:8-9, pero esos contextos hablan de la fe dada a los creyentes, no de la fe que salva a los incrédulos.

Fe no es una obra.

A veces se hace el argumento de que, si los humanos pueden creer por su propia voluntad, eso sería una obra meritoria y, por lo tanto, no puede ser la fe la que salve. Cuando consideramos lo que dicen las Escrituras y usamos el sentido común, vemos que este argumento raya en lo absurdo. Si la salvación es un don gratuito recibido a través de la fe (Rom. 3:24, 28; (Gálatas) Gal. 3:10-11; (Efesios) Eph. 2:8-9; (Filipenses) Phil. 3:9), entonces ver la fe como una obra niega que la salvación es gratuita, en el momento en que alguien intenta trabajar para lograr la salvación, la noción y el significado del regalo (o la gracia) queda anulado. Leemos en (Romanos) Romans 11:6:

Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.

En otras palabras, las obras meritorias son la antítesis de la gracia gratuita e incondicional y, por tanto, contrarias a la fe necesaria para recibir el don. Recibir un obsequio no implica ningún trabajo. (Romanos) Romans 4:4-5 deja esto claro:

Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; pero al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.

No tiene sentido afirmar que no podemos ser salvos por obras, ya que se requiere fe, y al mismo tiempo afirmar que la fe es una obra. Algunos podrían argumentar que la fe que se origina en nuestro libre albedrío es una obra meritoria, pero la fe dada por Dios no es meritoria porque es por Su gracia. Pero esto sigue ignorando el contraste de las Escrituras entre fe y obras tal como se explica en (Efesios) Ephesians 2:8-9 que dice que la salvación por gracia mediante la fe es un don que “no es por obras, para que nadie se gloríe”.

Fe es una respuesta.

La fe que salva simplemente es una respuesta humana al ofrecimiento del evangelio, que es salvación eterna. En otras palabras, creer para salvación es estar convencido, persuadido y seguro de la verdad de que Jesucristo, como Aquel que murió para pagar la pena por el pecado y resucitó de entre los muertos, nos dará vida eterna cuando creamos en Él por esa promesa. La fe es el medio instrumental por el cual accedemos al don gratuito de la salvación. Para ser teológicamente precisos, la fe en sí misma no nos salva, sino que es el medio necesario por el cual adquirimos la salvación. A menudo utilizamos los términos “fe salvadora” o “salvo por la fe”, que podrían desviar el enfoque hacia la fe en lugar de hacia Dios como fuente de salvación. Quizás sería más claro decir que somos salvos a través de la fe y no por la fe. Es muy parecido a reconocer que obtenemos las bendiciones de Dios a través de la oración, no por la oración en sí misma ((Romanos) Romans 5:2; (Hebreos) Hebrews 4:13).

Conclusión

Es lamentable que la comprensión de la fe que salva se haya oscurecido con prejuicios teológicos que dicen que debe ser un don de Dios o que, si proviene del libre albedrío humano, es una obra. Gracias a Dios por hacer que la fe sea tan simple como estar convencido de que algo es verdad, y esa verdad es que el Señor Jesucristo pagó la pena por nuestros pecados en la cruz y resucitó de entre los muertos para dar vida eterna como un regalo gratuito a todos los que creen


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