Bautismo en Agua y Salvación Eterna

Se pueden discutir muchos problemas acerca del bautismo en agua, pero el problema más importante es si este obtiene salvación eterna. ¿Una persona tiene que ser bautizada en agua para poder tener vida eterna?

La palabra bautizar significa mojar o sumergirse. Sumergir encaja mejor con la evidencia bíblica (Jn 3:23; Hch 8:36-39) y es una mejor imagen de la inmersión espiritual del creyente en el cuerpo de Cristo (Ro 6:3-4). Este bautismo espiritual al momento de creer inviste al creyente con una vida nueva y eterna. El bautismo en agua, que puede suceder en cualquier momento después de creer, muestra esa transacción espiritual que une al creyente con Cristo en Su muerte y resurrección. Un creyente bautizado declara públicamente que es una nueva persona en Cristo y que ahora pertenece al cuerpo de Cristo.

Jesús mandó que aquellos que creen deben de ser bautizados y es la norma esperada para los creyentes en el Nuevo Testamento (Mt 28:19; Hch 2:41; 8:12; 10:47-48; 16:14-15, 31-33). No se presenta como una opción sujeta a la preferencia de uno, pero tampoco se da como un requisito para la salvación.

Los enunciados claros de las Escrituras declaran que la salvación eterna es por gracia por medio de la fe sola en Cristo sólo (Jn 3:16; 6:47; Ef 2:8-9). Ya que la gracia significa un regalo gratuito inmerecido, cualquier acto o compromiso que tenga la intención de merecer la salvación está necesariamente excluido (Ro 11:6). La fe es la convicción de que la promesa de Dios es verdad, por lo tanto la fe excluye cualquier obra o compromiso porque la fe simplemente acepta lo que se prometió y pagó (Ro 3:24; Ef 2:8-9). Cuando decimos nuestra fe en Cristo sólo, queremos decir que Cristo hizo todo lo que era necesario para completar nuestra salvación y nosotros no le podemos añadir nada - ni compromiso, ni actos de obediencia, ni buenas obras - para ganar nuestra salvación. Por lo tanto debemos entender los pasajes controversiales acerca del bautismo a la luz de la clara enseñanza bíblica de que la fe sola en Cristo sólo es lo que nos da la vida eterna.

El bautismo de Juan. Juan el Bautista vino a bautizar para arrepentimiento (Mt 3:11; Mc 1:4; Lc 3:3). Este bautismo llamó a los judíos a que se prepararan para la llegada del Mesías al arrepentirse de sus pecados y de su asociación con el Judaísmo apóstata. Es claro que su bautismo no fue para salvación por Hch 19:1-5 en donde a los discípulos de Juan el Bautista se les dice que ellos tenían que creer en Jesucristo para recibir el Espíritu Santo.

Marcos 16:15-16. Se cuestiona si el final de Marcos (16:9ff.) estaba en el Nuevo Testamento original. Suponiendo que si por el bien de la discusión, Jesús manda a los discípulos a predicar el evangelio diciendo: 'El que creyere y fuere bautizado, será salvo'. Pero después Él pone la única condición para la condenación: 'el que no creyere' (v. 15), no 'el que no creyere y no se bautice'. El bautismo no es una condición para la salvación o la condenación.

Juan 3:5. Existen una cantidad de opciones interpretativas para el significado de: 'naciere de agua y del Espíritu', pero si se considera el contexto, el bautismo ciertamente no es el mejor. Algunos toman el agua como referencia al nacimiento físico, porque eso es lo que Nicodemo preguntó (v. 4). Es mejor tomar el agua como una referencia al Espíritu Santo ('aguar, incluso el Espíritu' o 'agua, esto es, el Espíritu') ya que el nacimiento espiritual es el consiguiente enfoque de la discusión (vv. 6-8) y algo que Nicodemo, como maestro de Israel, debería de haber sabido como algo que fue prometido para el Nuevo Pacto (v. 10; cf. Ez 36:25-27; Is 44:3; vea también Jn 7:38-39; Tit 3:5).

Hechos 2:38. Muchas interpretaciones de este difícil pasaje niegan la necesidad del bautismo para la salvación eterna. Tal vez la más consistente con el texto sostiene que esos judíos creyeron cuando se convencieron del mensaje de Pedro, como queda claro por su remordimiento y su pregunta: '¿qué haremos?' (2:37). Arrepiéntanse y bautícense fue la receta de Pedro urgiendo a estos nuevos creyentes judíos a identificarse con la comunidad Cristiana para evitar el inminente juicio que les esperaba a su generación pecaminosa por crucificar a Cristo (v. 40). El perdón de sus pecados (no su salvación eterna) estuvo condicionada a su arrepentimiento que se mostró con su bautismo. Su bautismo de arrepentimiento también fue la condición para que esos judíos recibieran al Espíritu Santo en ese periodo de transición. Después, los gentiles recibieron al Espíritu Santo inmediatamente después de creer en Cristo (Hch 10:43-44; 15:7-9).

Romanos 6:3-4. Es muy claro que en este pasaje Pablo está hablando del hecho del bautismo del Espíritu que pone (inviste) a todos los que creen en Él adentro del cuerpo de Cristo. Este bautismo del Espíritu fue predicho por Cristo (Mt 3:11; Mc 1:8; Lc 3:16; Jn 1:33; Hch 1:5) y es esencial para todos los creyentes (1 Cor 12:13).

1 Pedro 3:21. A la luz del verso 20 que dice que Noé y su familia fueron salvos por el agua porque ellos estaban en el arca, así también los creyentes son salvos figurativamente a través del bautismo en agua sólo porque ellos están en Cristo resucitado. En el contexto, estos creyentes que encaran el sufrimiento pueden ser salvos de una consciencia llena de culpa, lo que puede venir por negar su fe, al identificarse públicamente en Cristo a través del bautismo (cf. v. 16).

Otros argumentos se pueden citar para mostrar que el bautismo no obtiene vida eterna: Pablo no ve el bautismo como parte del evangelio, y con una cuantas excepciones, él no lo hace parte de su ministerio (1 Cor 1:14-17); Al ladrón en la cruz se le garantizó un lugar en el paraíso sin el bautismo (Lc 23:40-43); Cornelio y su casa recibieron el Espíritu Santo (y por lo tanto su salvación) antes de que se bautizaran (Hch 10:44-48). Pero el argumento más crucial en contra del bautismo como una condición para la salvación viene de la naturaleza de la gracia de Dios que es la base de la salvación eterna. Su gracia siempre es gratuita e inmerecida y sólo se obtiene por medio de la fe en Cristo Jesús.