GraceNotes
   

   Practicando la Gracia en el Ministerio



La gracia no es sólo un término teológico que ayuda a entender la manera en la que Dios comparte Su amor incondicional hacia nosotros, también es una término moral que debería de influenciar nuestra conducta, especialmente en el ministerio. Todos los creyentes en Cristo están llamados a ministrar (servir) al cuerpo de Cristo, pero el ministerio es más efectivo cuando refleja el amor y la gracia de Dios. Como punto de partida, debemos de entender que la gracia no sólo nos salva, sino que nos da el privilegio y la habilidad de ministrar a otros (Rom. 1:15; 1 Cor. 15:10; (Efesios) Eph. 3:7; 1 Pe. 4:10). A continuación hay algunas maneras en la que se puede practicar la gracia en varios ministerios.

En el cuerpo de la Iglesia. Un ministerio de gracia debe de empezar con el mandamiento máximo de amar a Dios y a los demás (Mat. 22:37-39). Debemos de amar a Dios cuando apreciamos Su amor por nosotros (1 Jn. 4:19). Amar a las personas en la iglesia no siempre es fácil, pero la gracia nos da esa habilidad. Primera de Corintios 13 describe el tipo de amor que refleja la gracia de Dios hacia los demás. La descripción empieza con 'El amor es sufrido' (v.4). Debemos de ser pacientes con las personas para darles el tiempo y el espacio para crecer mientras que el Espíritu Santo los transforma desde adentro. La manipulación externa puede crear un comportamiento adecuado, pero no necesariamente una transformación interna. El amor también es benigno (v.4) lo que quiere decir que debemos de ser considerados y generosos con los demás. Cuando no estemos de acuerdo con los demás creyentes en asuntos que no están claramente establecidos en las Escrituras, la gracia nos enseña que debemos de mostrar amor y aceptación, y no con prepotencia y juicio (vea Rom. 14:10-23). También debemos de practicar la gracia al dar generosamente para las necesidades que vemos alrededor de nosotros y de la misma iglesia. Damos a los demás de la manera en la que Dios nos ha dado a nosotros (2 Cor. 9:6-15). Honrar y respetar a nuestros líderes en la iglesia también refleja la actitud de gracia de Dios hacia los demás.

En el ministerio pastoral. Además del amor y la paciencia que se requieren de todos los creyentes, los pastores tiene el privilegio especial de servir a las personal al proveer liderazgo, supervisión, instrucción, exhortación, y al responder a sus necesidades. Como administradores de la gracia de Dios, los líderes reflejan esa gracia al entregarse a sí mismos por el beneficio de otros. Esta es una posición de servicio ejemplar, no de dominación (1 Pe. 5:2-3). Los que están en posiciones pastorales no buscan el control de las personas con temor o regulaciones, sino dándoles la libertad para que crezcan en gracia. Un pastor guiado por la gracia (o anciano) entiende que la mejor motivación para el cambio son el amor y la gracia de Dios. Los pastores de Dios también deben de aprender que las grandes demandas del ministerio pastoral sólo se pueden cumplir con la suficiencia de la gracia de Dios (2 Cor. 3:5-6). Los pastores que balancean la gracia con la verdad van a confrontar amorosamente a aquellos que se han alejado y, si es necesario, los disciplinaran con amor. La gracia quiere decir que no existe un pecado muy grande para el perdón de Dios hacia nosotros (Rom. 5:20). En lugar de simplemente considerar a los creyentes que pecan como 'nuca fueron realmente salvos', los pastores deben de retarlos a vivir de acuerdo con su posición en Cristo. Los pastores muy a menudo luchan con la presión de desarrollar y hacer crecer a la iglesia numéricamente. Bajo la gracia, los pastores deben de obtener su sentido de importancia no de cómo se están desempeñando sino de quiénes son en Cristo.

En la predicación y la enseñanza. Cada vez que la Palabra de Dios se está comunicando, el objetivo debe de ser la transformación de la vida, no sólo la impartición de información. La mejor motivación para el cambio surge cuando las personas entienden y aprecian lo que Dios ha hecho por ellos y Su gracia. Las buenas obras no son una condición para la gracia salvadora de Dios, sino un resultado que se espera de aquellos que se han apropiado de ella (Efesios - Eph. 2:8-10). Considere la manera en la que el apóstol Pablo motivaba a sus lectores en Romanos, 1 de Corintios, y en las cartas que escribió en la cárcel al enseñarles primero cómo han sido bendecidos por la gracia de Dios y cómo se les ha dado una nueva posición antes de decirles cómo pueden agradar a Dios con lo que ellos hacen (por ejemplo vea Rom. 12:1-2). La culpa merecida puede motivar a las personas a arrepentirse, a confesar su pecado, y a cambiar, pero evocar la culpa no-bíblica se convierte en un abuso espiritual cuando constantemente se les dice a las personas que no están haciendo lo suficiente para Dios. Quebramos la gracia de Dios cuando predicamos que Su aceptación está basada en nuestro desempeño en lugar de en nuestra posición como Sus hijos. La gracia quiere decir que nosotros, como pecadores perdonados, predicamos y enseñamos humildemente a pecadores que también han sido perdonados.

En evangelismo. Ya que muy a menudo el evangelio ha sido corrompido, la prioridad en el evangelismo orientado hacia la gracia debe de ser mantener un evangelio claro (Col. 4:3-4). Esto quiere decir que nosotros comunicamos el evangelio de la salvación por gracia por medio de la fe-sólo en Cristo-sólo. En nuestras invitaciones evangelistas, debemos de tener cuidado de no usar términos confusos, ilustraciones, y algarabía escuchada comúnmente. Nuestra conducta así como nuestras palabras deben de estar templadas por la gracia para que atraigamos a las personas en lugar de ahuyentarlas (Col. 4:6). El entendimiento de que nuestro Dios de toda gracia (1 Pe. 5:10) ama a todas las personas y los amonesta a que escuchen el evangelio y a que sean salvos nos debe de llevar a compartir el mensaje de salvación con todos (2 Cor. 5:14-15; 1 Tim. 2:3-6). Debemos de decirles a las personas que Dios ha hizo todo lo que Él pudo para crear un camino de salvación para ellos de tal forma que todo lo que ellos deben de hacer es recibir el regalo gratuito que Él ofrece (Jn. 3:16; 4:10; 14:6; 19:30; 1 Jn. 2:2). Cuando el mensaje es claro, los métodos pueden variar siempre y cuando estos no engañen o sean manipuladores sino que presenten la gracia y la verdad de la Palabra de Dios (2 Cor. 4:1-6). También debemos de entender que la salvación por gracia quiere decir que Dios también está trabajando a través del Espíritu Santo para convencer a las personas de la verdad para traerlas a la fe (Jn. 6:44; 16:8-11; 2 Cor. 4:1-6). Esto hacer supe importante la oración por los no-salvos. Bajo la gracia, los que evangelizan aceptan a los no creyentes como Dios lo hace y permiten que Dios los cambie después de que ellos creyeron. Ellos no les predican que es necesario cambiar para recibir la salvación.

En las misiones. Aquellos que ministran en otras culturas que no son las de ellos, especialmente fuera del evangelicalismo-Americano, encontramos un mundo confundido con un evangelio de obras. Allí, nuestra prioridad debe ser cimentar a las personas en el evangelio de la gracia antes de enseñarles otros temas. La falta de seguridad de la salvación es previsiva al rededor del mundo. Al entender el mensaje de gracia, los creyentes van a tener un cimiento seguro para crecer en la gracia. Debemos de tratar de aprender su visión acerca del mundo que muy a menudo está basada en temor y desempeño. Ministrando desde la perspectiva de la gracia va a requerir paciencia y humildad. Ya que las culturas y cosmovisiones varían, el énfasis de nuestro mensaje y ministerio deben de ser las verdades esenciales de la Palabra de Dios. Otros asuntos se pueden tratar cuando aprendemos a verlos dentro del contexto de sus diferentes culturas y antecedentes. Esto requiere paciencia mientras aprendemos perspectivas culturales en el liderazgo, economía, rituales religiosos, etc.

Conclusión

La gracia es importante en el ministerio porque nos cambia a nosotros y a los demás. Cada uno que sirve a los demás debe de tomar muy en serio a Tito 2:11-14:

11 Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

A medida que el amor y la gracia de Dios nos impregnen y nos cambien, nuestra similitud con Cristo se va a desbordad para servir a otros.


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